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“La vergüenza es un sentimiento o experiencia intensa y dolorosa en la que creemos que somos imperfectos y, por lo tanto, que no merecemos amor ni pertenencia.”

Brené Brown, The gifts of imperfection

La vergüenza me ha hecho sentir chiquita, con los hombros caídos, el pecho cerrado, no digna. Ha hecho que me dan ganas de ser alguien más, de borrar alguna característica mía, de editar alguna parte de mi historia, de “rellenar” alguna de mis carencias.

«¿A quién llamas malo? Al que siempre quiere avergonzar

«¿Qué consideras más humano? Evitarle la vergüenza a alguien

«¿Cuál es el signo de que se ha adquirido la libertad? No avergonzarse ya de uno mismo.»

Nietzsche, La Gaya Ciencia 

Sentir vergüenza me da vergüenza, ¿no debería ser dueña de mi historia, de mis circunstancias y abrazar mis carencias, deseos y pensamientos oscuros con dignidad? eso quisiera, eso trato cada vez más.

Confieso que a ese sentimiento desagradable le sumo el de la envidia cuando me topo con alguien que de manera desfachatada y fresca muestra sus partes más vulnerables sin preocupación alguna. Envidio a los sinvergüenzas.

También envidio a los escritores de libros, guionistas y directores de películas que se atreven a compartir historias perturbadoras. He llegado a pensar, “qué valor tuvo fulanita(o) al escribir esto y mostrarle al mundo que por su cabeza pasan ideas tan perturbadoras y torcidas.”

En realidad lo que muestran no es su mente “torcida», sino que retratan con honestidad la naturaleza humana, que muchas veces nos avergüenza. Nos esforzamos por meterla en los límites de lo políticamente correcto, y tratamos a los pensamientos como si tan solo por tenerlos se fueran a materializar. Los enterramos en lo más profundo en lugar de explorarlos con curiosidad.

Hago un pequeño parántesis para mencionar tres películas que vi en el último año y me sorprendieron en ese sentido: Crash (David Cronenberg, 1996), La hija oscura (Maggie Gyllenhaal), El deseo de Ana (Emilio Santoyo). Las tres nos sumergen en temas “prohibidos”, nos sacan de nuestra zona de confort.

Regreso al análisis del sentimiento en cuestión. Una de las cosas que he observado es que los temas por los cuales he sentido vergüenza en mi vida cambian dependiendo del interlocutor y del entorno. Para sentirla necesitamos al otro y un juicio de valor (que a veces sí viene del interlocutor, otras tantas viene de nuestra propia mente).

“Si hay algo que hace avanzar los análisis es nombrar las cosas que no se podían nombrar por verguenza, eso implica relajar el miedo de quedar expuesto a la mirada del otro.” 

Jorge Reitter (psicoanalista)

Para no dejar que este sentimiento nos paralice y mostrarnos como somos necesitamos tres cosas: conocernos, buenos interlocutores y mucho valor.

La primera parece obvia, pero ¿no les ha pasado que de tanto camuflagearse con los demás o por estar tan al pendiente de la evaluación que “nos van a dar” ya ni siquiera sabemos qué queremos, pensamos y deseamos?, ¿qué tanto reprimimos pensamientos que nos avergüenzan a nosotras mismas?, ¿qué tanto, en soledad, nos atrevemos a recapitular los episodios dolorosos de nuestra vida (los que tal vez nadie sabe), los anhelos que consideramos prohibidos?

La segunda, buenos interlocutores. Para empezar paso a pasito no hay mejor interlocutora que nosotras mismas. Una vez que nosotras seamos capaces de reconocer nuestras heridas y carencias podremos buscar un interlocutor externo. Saber que quienes nos rodean nos conocen realmente, y aún así están a nuestro lado, es muy reconfortante. No es fácil exponernos tal como somos y no podemos ir por la vida sin poner atención a quién le confiamos nuestra vulnerabilidad. Se necesita una brújula muy afinada.

«Al inicio somos amados por nuestras fortalezas, pero nadie quiere ser amado por eso, queremos ser amados y perdonados por nuestras debilidades.”

Alain de Botton

La tercera (el valor) se necesita para dar el salto al vacío. Incluso estando solas pensar en nuestra parte más vulnerable y desamparada da miedo. Cuando hay  un tercero involucrado se requiere mucho valor, incluso para las cosas pequeñas. Por ejemplo, expresar una opinión contraria en una mesa donde todos opinan igual y juzgan a quienes no. Si nos va bien el otro nos aceptará completas, tal como somos, con todo y “fallas.» En el peor de los casos seremos rechazadas. Sí, decepcionaremos a alguien, y hay que aprender a vivir con eso.

Ahora la otra cara de la moneda, me pregunto qué tan buena interlocutora he sido yo con la gente que me importa. ¿Qué tanto espacio doy para que quienes me rodean sean tal como son, sin vergüenza?, ¿qué tanto soporto la deferencia en temas espinosos?, ¿cuántas veces mi juicio ha hecho que alguien se retraiga o se sienta mal por quien es, lo que tiene/o no tiene, lo que sabe/no sabe, o por cómo piensa?

Brené Brown, investigadora de este tema y de la vulnerabilidad, identifica que uno de los aliados de la vergüenza es el juicio. La próxima vez que sienta el impulso de juzgar a alguien pensaré en algo de mi propia vida que me avergüence, solo para recordar que todos estamos en el mismo camino.

“The only people we can think of as perfect are people we do not know.” 

Alain de Botton

La autenticidad, honestidad y apertura a lo diferente son la vía para salir de la verguenza. Mostrarnos todo el tiempo como seres perfectos y felices son la vía para acrecentarla. ¿No hay algo que de más alivio que saber que con quien estamos tiene su propia locura e inseguridades? No sé a ustedes, pero a mí eso me da mucha confianza y paz. Así se construyen las relaciones valiosas.

Y para cerrar retomo el mantra de Brené Brown para la próxima vez que identifiquen que están en medio de una “tormenta de vergüenza” (así le dice): «Don´t shrink, don´t puff up, stand on your sacred ground.» No te hagas chiquita, tampoco te infles (solemos reaccionar con agresión o devolviendo la humillación), solo párate en tu centro.

 

Recomendaciones

Asociación Libre, La vergüenza y sus cadenas 

Alain De Botton, Educación Emocional (en inglés)

The Concept of true Love- TV Talk with Alain de Botton

Ted Talk, Brené Brown, El poder de la vulnerabilidad

Brené Brown, La llamada de la valentía (en Netflix)

 

 

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