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Arte de Conrad Roset– descubierto en Blog Jardín de Adultos 
Cuerpo: «el cuerpo es la vida de uno porque uno sin cuerpo qué hace.»
Luisa Fernanda Velásquez, 8 años. Facebook «YoVoto Cuatro»- Definiciones muy poderosas hechas por niños.

Propongo una segunda versión de esa grandiosa definición de cuerpo: el cuerpo es la vida de uno porque uno sin cuerpo qué siente.

En los últimos días me puse al corriente con una de mis clases, «taller de psicofisiología,» materia de 3er semestre de la licenciatura de Psicología.

Al inicio pensé que iba a odiarla, el primer módulo se llamaba “psicofisica”, ¿qué cosa buena se puede esperar de ese nombre?… Pues resulta que la estoy disfrutando enormemente (me encanta ese adverbio) y quiero compartir aquí algunas reflexiones y datos curiosos al respecto.

La psicofísica se encarga de estudiar, medir, evaluar y cuantificar la relación entre los estímulos que recibimos y la sensación que ellos nos generan. El estudio de los sentidos y del sistema nervioso es fundamental en esta materia. Los inicios de este campo de estudio datan de 1860, cuando el psicólogo alemán Gustav Theodor Fechner publicó su libro “Elementos de psicofísica”, en él planteó las bases para medir sensaciones.

Los humanos somos máquinas perceptivas, considero que sentir es la actividad que da sentido (valga la redundancia) a nuestra existencia. Todos nuestros sistemas, órganos, nervios y células trabajan para que percibamos sensaciones y respondamos a ellas. Poco importa si nuestro sistema cardiovascular, respiratorio y digestivo funcionan bien si se nos avería la capacidad de sentir y de responder a lo percibido.

¿Se le puede llamar vida a estar en coma o a la misteriosa pausa que implica estar bajo el efecto de la anestesia general? ¿Podemos considerar que vivimos si, estando despiertos, nos escindimos del cuerpo para evadir sensaciones (usualmente incómodas)?

Nunca había sido consciente del papel que tienen las sensaciones corporales en nuestra vida hasta el 2019. Ese año me fui a un retiro de meditación Vipassana, 10 días en absoluto silencio, 10 horas al día meditando.

Ha sido una de las experiencias más intensas de mi vida. Ahí aprendí con el cuerpo, no con la cabeza.

Aquí les comparto una Ted Talk sobre este tipo de retiros y meditación: Vipassana Meditation and Body Sensation: Eilona Ariel

Describo brevemente lo que sucede durante el retiro. Los primeros 3 días te sientas a observar las sensaciones que se generan debajo y en las fosas nasales al respirar (la entrada de aire frío, la salida de aire caliente). Los siguientes 7 días observas y “nombras” mentalmente cada sensación percibida desde la cabeza hasta los dedos de los pies.

Una sensación es cualquier cosa que experimentes en el cuerpo: calor, sudoración, latidos, palpitaciones, hormigueo, pesadez, ligereza, entumecimiento, dolor, frío, picor, presión, vibración, cosquilleo, sequedad, humedad, tensión, relajación, expansión, contracción. Durante esos 10 días escuchas esta lista infinidad de veces.

En esta técnica de meditación no se busca «poner la mente en blanco,» ni dejar de pensar, ni imaginar una luz blanca que te recorre dándote paz. Se trabaja con lo que hay, con la realidad corporal tal como es, sin fantasías tranquilizantes. Para Vipassana meditar es sentir, y eso está cabrón.

La meta es permanecer ecuánime ante cualquier sensación (agradable o desagradable) y vivir en carne propia la impermanencia: todas las sensaciones surgen y, en algún momento (aunque algunos parecen eternos), desaparecen. Si hay dolor te sientas a observarlo, si hay placer haces lo mismo.

Ese retiro fue como subirme a una montaña rusa: tristeza profunda, angustia, amor puro, miedo a la locura y a la muerte, placer extático (comparable con el mejor de los orgasmos), tranquilidad, paz, aburrimiento, dolor, frustración y rendición. Todo esto mientras ”solo» te sientas en silencio a ser consciente de cada sensación percibida en el cuerpo. Acabé agotada sin haber movido ni un dedo.

La meditación Vipassana y la psicofísica se interesan, por distintas vías, en un mismo asunto del cuerpo: las sensaciones. No necesitamos especializarnos en ninguno de estos dos campos para prestarles un poquito más de atención.

La próxima vez que algo “se sienta bien”, o, por el contrario, “no se sienta bien”, traten de hacer una pausa para desmenuzarlo: dónde se siente, qué se siente (regresen a la lista de arriba), por cuánto tiempo se siente.

No estamos acostumbrados a sentir, sobre todo aquello que es desagradable. Identificar y aceptar las sensaciones corporales pueder ser un radar muy poderoso para detectar nuestras necesidades, gustos y deseos. A su vez eso nos ayuda a tomar decisiones en nuestra vida.

Bueno, pues dejando de lado el tema del retiro, aquí les van algunos datos breves, (advierto) inconexos entre sí pero interesantes, sobre nuestro sistema nervioso, capacidad perceptiva y sensorial.

 

  1. Límites de la percepción

Nuestra realidad es lo que el cuerpo es capaz de percibir a través de los sentidos y del sistema nervioso. ¿Cuántas cosas se nos escaparán por tener un “equipamiento» limitado?

Pongo dos ejemplos, uno humano y uno animal.

a) La vista humana- no vemos todo lo que existe

La vista es el sentido más estudiado. Depende de la luz, sin ella los ojos no podrían percibir el mundo.

Lo que definimos como luz es la pequeña parte del espectro de radiación electromagnética que nuestro sistema visual es capaz de percibir. Hay más “cosas” que se nos escapan. Vemos entre los 389 y 760 nanómetros de este espectro. Lo que está debajo o encima de estos valores existe pero no lo vemos.

 

 

b) El gusto de los felinos- no saborean todo lo que existe

Los humanos somos capaces de percibir 6 cualidades del gusto, las cuales nos ayudan a identificar alimentos necesarios para sobrevivir y desechar aquellos que nos pueden dañar. Amargo, dulce, ácido, salado, umami (identifica el glutamato, presente en proteínas) y graso son las 6 cualidades de este sentido.

Casi todos los vertebrados perciben este sexteto de sabores, una excepción son los felinos. Para percibir lo dulce se requiere la producción de una encima específica. Los gatos no la producen, por lo tanto para ellos no existe la dulzura.

Esto influyó en que los felinos se convirtieran en carnívoros y en que Pancho y Pecas (mis gatos) no se interesen por mi Nutella (afortunadamente).

 

2. Dolor y emociones

El dolor es una de las sensaciones más incómodas y complejas que podemos experimentar. Su objetivo es protegernos de lesiones y daños, nos indica cuándo debemos parar de hacer algo, inmovilizarnos, huir o pelear. Es fundamental para preservar nuestra vida.

El cuerpo está equipado para percibir el dolor evaluando tres aspectos distintos (cada uno procesado en zonas diferentes del cerebro):

  • Componente meramente sensitivo. Es la intensidad con la que sentimos el dolor físico.
  • Componente emocional inmediato. Es el grado de preocupación que tenemos ante la presencia de dolor en el presente. Nos permite reconocer lo que es perjudicial.
  • Componente emocional a largo plazo. Es la evaluación de la amaneza que el dolor implica para el bienestar a futuro. Al igual que el anterior, nos permite tomar decisiones para evitar daños irreversibles.

Esta combinación de sensación con emoción me voló la cabeza. Nuestro cerebro tiene la capacidad de realizar una compleja ecuación ante la presencia del dolor. No solo evalúa su intensidad “objetiva” e inmediata, sino que hace un rápido cálculo de las consecuencias futuras que tendrá.

Esto me parece buena y mala noticia a la vez.

Mala y peligrosa porque, si no estamos “equilibrados” emocionalmente hablando, la respuesta emocional que tengamos ante el dolor puede ser desmedida, paralizándonos,  impulsándonos a huir y empeorándolo.

Buena noticia porque sin ese componente emocional de preocupación (que nos impulsa a ocuparnos) podríamos no movernos cuando es indispensable hacerlo: estarnos quemando y dejar la manota en el fuego, al fin que “no pasará nada.”

También es buena noticia porque, cuando un dolor existe pero no amenaza nuestra vida, se puede disminuir la percepción del mismo con métodos que mejoren nuestra respuesta emocional, sin que necesariamente disminuya su intensidad. Puede ayudar un apapacho de alguien querido, el apoyo comunitario, técnicas de relajación y una buena clase de yoga.

Me parece interesantísimo que nuestro cuerpo tenga la sabiduría de hacer cálculos futuros en la toma de decisiones para manejar el dolor. No basta con lo que pasa en el aquí y en el ahora.

Siempre he tenido mis reservas con los discursos simplistas que nos invitan a “vivir (solo) en el presente,” es imposible, nos moriríamos si lo hiciéramos. Las condiciones presentes pueden ser placenteras (o al menos no tan jodidas), pero sostenidas indefinidamente pueden tener consecuencias fatales.

Podemos soportar (inserte aquí lo que desee: una injusticia social, un trabajo que odiemos, una mala relación de pareja, una enfermedad dolorosa, etc.) unos meses, tal vez un par de años, pero no toda una década, no toda la vida.

 

3. Mapa sensorial del cuerpo

Wilder Penfield fue un neurocirujano estadounidense que, al estudiar pacientes con epilepsia en la primera mitad del siglo XX, descubrió las partes del cerebro que se encargan del movimiento y de las sensaciones corporales.

Creó un mapa visual de ambos llamados “homúnculos de Penfield”, uno motor y otro sensorial. Los homúnculos representan, de manera simbólica, los recursos y el espacio que cada parte del cuerpo ocupa en la corteza motora y sensorial del cerebro.

 

Homúnculos de Penfield.

 

Las partes grandotas son las que más “mensajes” mandan al cerebro: manos, boca, lengua (importantes para sobrevivir, comer, hablar y, por supuesto, besar y tocar). Vean cómo lo demás se ve chiquito, la comunicación de esas partes con el cerebro es menos significativa.

En este video de Universum pueden conocer más sobre los homúnculos

Tanto el homúnculo sensorial como el motor comparten la preponderancia de las manos, labios y lengua. Es decir, estas partes están más desarrolladas tanto para sentir como para moverse con habilidad.

Una diferencia entre los homúnculos es que el sensorial es menos desproporcionado que el motor. En este último la zona genital es pequeñísima, en el sensorial no tanto. Tiene lógica, es más relevante sentir que aprender a hacer movimientos finos con ella.

Otro ejemplo son las orejas, el homúnculo motor ni tiene (no las movemos de manera aislada) mientras que el sensorial las tiene bastante grandes, son una zona con gran sensibilidad. Basta recordar la primera vez que la persona que hace que nos derritamos nos habla al oído.

 

Cierro los datos curiosos de las sensaciones y percepciones con una propuesta de actividad recreativa en tres pasos:

  • Agarren el modelo de homúnculo sensorial como referencia para dibujar el símil en mujer.
  • Ya que la tengan, tómenla como mapa para descifrar y señalar las misteriosas 7 zonas erógenas que Mónica Geller le enseña a Chandler en Friends.  Si no saben de qué hablo échenle un ojo a este  video. Acuérdense, las zonas grandotas son las más sensibles, ¿cuáles habrán sido las 7 identificadas por Mónica y avaladas por Rachel?
  • Ya que esté su mapa hecho, entréguenselo a la persona de su preferencia como guía para su próximo encuentro erótico.

 

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¡Nos vemos por aquí pronto y muchas gracias por pasar a visitar Chingonas y chingadas!

 

Referencia bibliográfica:

Neil R. Carlson, Fisiología de la Conducta, Capítulo 7, «La audición, los sentidos corporales y los sentidos químicos.»

 

 

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