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Chingonas y chingadas es este espacio virtual en donde compartiré lo que me ha animado a sacar lo chingón de las chingaderas de la vida. Consta de dos partes: una página donde encontrarás toda la información sobre las clases de yoga que imparto, y este blog donde escribiré sobre los temas que me apasionan: yoga, cuerpo, mente y otros divagues existenciales.

Durante meses le di vueltas a la elección del nombre de este espacio y a decidir si quería mezclar en un mismo lugar temas de yoga con otros asuntos «más mundanos» y no relacionados con esta práctica.

A manera de resumen (de mi caos mental previo a la creación de este espacio) les comparto reflexiones sobre 3 aspectos de «Chingonas y chingadas»: el uso de groserías, incluir una palabra “negativa” (chingada), y que esté en femenino.

Sobre el uso de groserías

Quiero reivindicar el uso de groserías, disfruto mucho decirlas, me parece liberador y en muchas ocasiones indispensable.

En mi vida he encontrado dos clases de argumentos que se oponen a ellas: los religiosos y de “buenas costumbres” (que se aplican aún con más rigor a las “señoritas”), y los místicos-energéticos (que consideran que estas palabras generan una energía negativa que repercute en ti, incluso afectando tu salud).

Ya que no pretendo obtener ninguna distinción de “católica del año” ni de «yoguini iluminada-zen”, decidí mantener las groserías como emblema de este espacio. Que viva la posibilidad de decir groserías como medio de liberación. Estoy dispuesta a pagar el costo energético y espiritual que esto conlleva.

Sobre la “negatividad” de la palabra chingada

Bueno, pues una vez superado el tema de las groserías pensé llamar este espacio “yoga para chingonas”. Durante varios meses ese fue el nombre que creí conveniente, pero algo me incomodaba.

Dos preguntas me hicieron desistir: si alguien no se siente chingona ¿ya no puede practicar yoga?; siendo sincera, con todo y el yoga, la meditación, la terapia, la buena vibra… ¿yo me siento chingona todo el tiempo? La respuesta a ambas preguntas fue un rotundo NO. Además, me di cuenta que no quiero escribir ni compartir información exclusivamente relacionada con el yoga.

Otra reflexión me convenció de que la palabra “negativa» tenía que estar presente. Últimamente, cuando me siento de la chingada, lo que más fuerza y ánimo me da es escuchar historias honestas de personas que reconocen los momentos en donde se han sentido tristes, perdidas, enojadas, solas y hasta desoladas. 

Esas historias que normalizan toda la gama de emociones y derrumban la imagen de felicidad absoluta (tan común en Facebook e Instagram) están reflejadas en la palabra chingada. Creo que en estas historias es en donde se abre una verdadera posibilidad de conexión.

¿Por qué en femenino?

El nombre de este espacio está en femenino porque escribo desde mi experiencia y porque busco conectar con otras mujeres que se sientan un rato chingonas y otro rato chingadas.

Quiero poner sobre la mesa asuntos que vivimos como mujeres, y no solo los evidentes y «de cajón” como la desigualdad y la violencia, sino otros temas que incluso a mí me cuesta indagar porque me siento «mala feminista». Iba a poner un par de ejemplos de esos temas espinosos, pero como no pienso desarrollarlos con el debido cuidado en este post, mejor me los ahorro. Ya habrá tiempo para ellos.

Más allá de las cosas de las que tengo ganas de escribir, hace unos meses decidí que mis clases grupales online de yoga serían solo para mujeres. Esta decisión, acepto, es porque me dan muchas ganas de tener nuestro club de Lulú, nuestra versión de clase de aerobics de Jane Fonda o nuestra versión del siglo XXI de las clases a las que iba Midge Maisel (si no han visto la serie The marvelous Mrs. Maisel corran a verla en Amazon Prime).

En las clases de yoga suele haber muchas más mujeres que hombres y cuando tomé esa decisión, después de un año de dar clases, tenía tres grupos de alumnas… los tres de puras mujeres. Así que ni se indignen, no corrí a ningún hombre de ese espacio. 

Estoy convencida que el yoga es una excelente herramienta para conectar con nuestra fuerza y al mismo tiempo no endurecernos de más, que siento que es algo que ciertos discursos feministas impulsan: “tú siempre chingona, en control, asertiva, fuerte, independiente e inteligente”, y pues sí, son valores que aprecio, pero considero importante reconocer a su contraparte para vivir en paz.

Evidentemente este blog puede ser leído por quien quiera, y espero que hombres y mujeres puedan identificarse y reaccionar a lo que aquí escribiré. También considero deseable que cada vez más hombres se acerquen al yoga, prácticamente toda la oferta de yoga es mixta, así que hay dónde. Pero las clases grupales que ofrezco, esas sí  son un espacio nuestro, un espacio para mujeres que a la distancia nos animamos a prender nuestras cámaras para movernos y respirar juntas. 

Bueno, pues ya me saqué del pecho algunas de mis inquietudes sobre este espacio. Espero verlas aquí cada viernes para una nueva entrada del blog.

Imagen destacada del artículo  “Putting ‘The Marvelous Mrs. Maisel’ in Motion” de Gia Kourlas, The New York Times.

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